sábado, 15 de febrero de 2014

Robots inspirados en termitas pueden construir solos, sin planos y sin ayuda

Desarrollados por ingenieros de Harvard, cooperan entre ellos como una colonia de insectos para modificar su entorno y levantar estructuras con bloques
En las llanuras de Namibia, millones de diminutas termitas construyen un montículo de tierra, un «pulmón» de casi 2,5 metros de alto para su nido subterráneo. Tardarán un año en levantarlo, un tiempo en el que muchos miembros de este pequeño ejército morirán y otros nacerán, y la estructura será erosionada por el viento y la lluvia. Pero, a pesar de todas las vicisitudes y adversidades, el proyecto continuará para prolongar la vida de la colonia. ¿No es admirable?

Científicos e ingenieros de la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas (SEAS) y el Instituto Wyss de Ingeniería Inspirada Biológicamente de la Universidad de Harvard creen que lo es, y mucho. Hasta el punto de que se han inspirado en estos insectos para crear un equipo de robots llamados TERMES con aspecto de inocentes juguetes pero capaces de construir estructuras complejas tridimensionales, con la particularidad de que lo hacen por sí mismos. No necesitan recibir órdenes de ningún supervisor. Simplemente, cooperan entre ellos para modificar su entorno de la misma forma que las termitas pueden levantar una «chimenea» cientos de veces su tamaño sin un plan detallado.


Cuando los trabajos de construcción son realizados por seres humanos, los trabajadores se dividen en una organización jerárquica, supervisados por un capataz y con planos detallados de cómo hacer las cosas. Pero en las colonias de insectos «cada termita no sabe lo que las otras están haciendo o cómo va la actual situación general del montículo», explica Justin Werfel, autor principal de la investigación, del Instituto Wyss.

COLONIA DE TERMITAS EN LAS LLANURAS DE NAMIBIA

Torres, castillos y pirámides

Las termitas se basan en un concepto conocido como estigmergia, una especie de comunicación implícita: observan los cambios de las demás en el medio y actúan en consecuencia. Eso es lo que hacen los nuevos robots. Gracias a unos algoritmos sencillos, los TERMES se desplazan hacia adelante, hacia atrás y giran sobre sí mismos, suben o bajan pequeños escalones, levantan escaleras si es necesario para llevar a los niveles más altos, y recogen y llevan ladrillos de espuma para depositarlos frente a ellos mismos. Si perciben un ladrillo en su camino, acarrean la carga hasta el siguiente espacio abierto. Aunque cada robot «sabe» solo las reglas simples, juntos exhiben un comportamiento inteligente. De esta manera, pueden construir torres, castillos y pirámides de bloques de espuma.
Robots inspirados en termitas pueden construir solos, sin planos y sin ayuda
Cada robot ejecuta su proceso de construcción en paralelo con los demás, pero sin saber quién más está trabajando al mismo tiempo. Si un robot se rompe o tiene que abandonar la tarea, no afecta al resto ni al proceso. Esto significa que las mismas instrucciones pueden ser ejecutadas por cinco robots o por 500, de forma que se pueden añadir más robots, incluso a mitad del trabajo, sin necesidad de cambiar cómo están programados.

En el futuro, según explican los autores en la revista Science, robots similares podrían servir para poner sacos de arena en previsión de una inundación, construir refugios después de un terremoto o, quién sabe, quizás crear hábitats bajo el agua en otros planetas o llevar a cabo tareas de construcción en Marte.

jueves, 6 de febrero de 2014

El test de Turing o la inteligencia de las máquinas

Alan Turing fue un visionario y siempre creyó en que las máquinas podrían evolucionar logrando una inteligencia artificial. Para exponer su tesis de las máquinas pensantes ideó el juego de imitación, lo que hoy conocemos como el test de Turing

“Si una máquina se comporta en todos los aspectos como inteligente, entonces debe ser inteligente”. Esta premisa, y casi convicción, llevó a Alan Turing a exponer en la prestigiosa revista filosófica Mind su pensamiento ante la comunidad científica británica. Su artículo, publicado en 1950 bajo el título "Computing machinery and intelligence", ahondaba sobre la inteligencia artificial haciéndose una sencilla y trascendental pregunta: ¿pueden las máquinas pensar?

Turing proponía en ese artículo lo que hoy se conoce como el test de Turing, y que consistía en llevar a cabo el juego de imitación. Para dicho juego es necesario un juez, ubicado en una habitación aislada, y un individuo y una máquina en otra. Ambos responderán por chat a la preguntas que les realice el interrogador. La máquina ha de hacerse pasar por un ser humano; si el juez es incapaz de distinguir entre el individuo y el ordenador, se considera entonces que la máquina ha alcanzado un determinado nivel de madurez: es inteligente.

Para Turing, la inteligencia artificial existirá cuando no seamos capaces de distinguir entre un ser humano y un programa de una computadora en una conversación a ciegas.

Pero la década de los cincuenta estaba lejos de ser una época en la que las ideas visionarias de Turing tuvieran cabida fácilmente. Tuvo que enfrentar críticas y comentarios –a los que respondía en el citado artículo– del ámbito teológico (Dios no ha dotado a los animales ni a las máquinas de alma), pero también matemático. Los colegas matemáticos dudaban de que una máquina pudiera contestar a preguntas que escaparan del sí o del no y que pudieran emular el intelecto humano.
De ELIZA a CAPTCHA

Más de diez años después del polémico artículo, un profesor emérito de informática del MIT, Joseph Weizenbaum, diseñó uno de los primeros programas en procesar lenguaje natural. ELIZA, inspirado en los postulados de Alan Turing, funcionaba buscando palabras clave en las frases escritas por el usuario y respondiendo con una frase modelo registrada en su base de datos.

Resultó tan convincente que algunas personas que interactuaron con el programa, sin saberlo, llegaron a pensar que realmente hablaban con un humano. Aunque ELIZA tenía sus límites: cuando no entendía el enunciado, repetía las palabras en forma de frases y expresiones incoherentes. Aún quedaba mucho para lograr una máquina inteligente.

En 1990 se inició el concurso Premio Loebner entre programas de ordenador que intentan pasar el test de Turing. Un juez humano se enfrenta a dos pantallas de ordenador, una de ellas se encuentra bajo el control de un ordenador, y la otra, bajo el control de un humano. El juez plantea preguntas a las dos pantallas y recibe respuestas.

El premio, que se celebra de forma anual, está dotado con 100.000 dólares para el programa que pase el test. La primera y única vez que un juez confundió a una máquina con un humano fue en el año 2010, cuando el robot Suzette, de Bruce Wilcox, superó la prueba.
Actualmente, una de las aplicaciones de la prueba de Turing más extendida es el control de spam. Este correo basura es generalmente enviado por un ordenador, así que el test de Turing puede usarse para distinguir si el remitente es humano o una máquina. El CAPTCHA, Completely Automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart (prueba de Turing pública y automática para diferenciar máquinas y humanos), esa conocida sucesión de números y letras, su ‘juez’ es, paradójicamente, un ordenador.
Captcha
Las predicciones de Turing sobre máquinas y el juego de imitación son todavía un desafío. El matemático pensaba que en unos 50 años las máquinas jugarían tan bien que un interrogador no podría realizar la adecuada identificación tras cinco minutos de preguntas. La inteligencia artificial sería algo común y corriente.

“Creo –decía Turing– que a finales de siglo la opinión educada general se habrá modificado de tal manera que se podrá hablar de máquinas que piensan sin esperar que lo contradigan”.
FUENTE: http://www.eldiario.es/

lunes, 3 de febrero de 2014

Julio César: El paso del Rubicón

En la mañana del 11 de enero del año 49 a.C, César iba a tomar una de las decisiones más trascendentales de su vida. El día anterior, como si nada extraordinario fuera a suceder y para no levantar sospechas, había asistido en Rávena a un espectáculo público y había examinado con atención los planos de una escuela de gladiadores que pensaba construir. A continuación participó en un concurrido banquete, según su costumbre. En mitad de la cena se levantó de la mesa y dijo a los comensales que debía abandonarlos un momento. Fuera lo esperaba un carro uncido a los mulos de una panadería cercana; en él partió en secreto con una pequeña escolta. En la oscuridad de la noche, el carro de César se extravió y anduvo durante largo tiempo dando vueltas hasta que, al amanecer, un guía les indicó el camino correcto, aunque él y sus acompañantes tuvieron que ir a pie por senderos muy estrechos.
Así llegó a orillas del río Rubicón, donde lo esperaban unas cohortes a las que había mandado adelantarse previamente. El Rubicón señalaba el límite entre la Galia Cisalpina e Italia, y según la ley romana, ningún gobernador provincial podía atravesarlo al frente de sus tropas so pena de ser declarado enemigo público. César era plenamente consciente de las consecuencias que tendría el hecho de atravesar el río con sus legiones. Por ello, expresando en voz alta sus encontrados sentimientos, dijo a sus hombres: “Ahora todavía podemos retroceder, pero, si atravesamos este pequeño puente, todo tendrá que resolverse con las armas”. Según Suetonio, César estaba aún dudando sobre qué hacer cuando apareció un hombre de extraordinaria belleza y altura, sin duda enviado por los dioses, que arrebató la trompeta a un soldado y, tocándola con fuerza, cruzó al otro lado. Este hecho hizo que César decidiera pasar el río, justificando su decisión en la voluntad divina y en la iniquidad de sus enemigos. A continuación, puso su destino en manos de la Fortuna con una frase que ha quedado para la historia:”Alea jacta est”, la suerte está echada, o, los dados están echados. Para los romanos, la mejor tirada era la que llamaban “la suerte de Venus”, y precisamente de esa diosa descendía la gens Julia, la familia de César.
La arriesgada jugada protagonizada por Julio César sería considerada en el futuro como el principio del fin de la República romana. César creció en un ambiente de competencia desatada por el poder, recordemos a Mario,Sila y Cneo Pompeyo. Tras diversas maniobras de la mano del partido de los populares, que estuvieron a punto de implicarlo en el golpe de Estado fallido de Catilina, en el año 60 a.C., se alió con Pompeyo y Craso para dominar entre los tres el sistema republicano en beneficio propio. El resultado inmediato fue el consulado de César del año 59 a.C., durante el cual promulgó diversas leyes apoyándose en el pueblo y dejando de lado al Senado. Los optimates, con Catón a la cabeza, no iban a olvidar fácilmente los agravios de César y esperarían la ocasión propicia para acabar con él. Estos representates de las familias aristocráticas dominaban el Senado y pretendían repartirse entre ellos el gobierno de los cada vez más extensos territorios de Roma con las anquilosadas reglas de la República tradicional. No obstante, de nuevo gracias a un pacto con Pompeyo y Craso, al finalizar su consulado, César partió a las Galias dispuesto a conquistar en aquellas tierras la gloria militar que lo podría encaramar a la cúspide del Estado.
Ocho años después, la guerra de las Galias había finalizado, reportando grandes beneficios a la República romana, que adquirió un nuevo territorio seguro que la defendería de posibles invasiones de las tribus galas y germanas, pero, sobre todo, al propio César. Aparte del oro de la Galia que consiguió, el mayor fruto de la guerra, que a la larga le daría la victoria a César, era disponer de un ejército entrenado, experimentado y, sobre todo, totalmente fiel a su general. Pero iba a encontrar firmes oponentes en su camino, tanto el Senado como Pompeyo eran conscientes del peligro que representaba César a causa de las riquezas y el poder personal que había ido acumulando durante su mandato en las Galias, pero también sabían que, una vez terminada la contienda, debería dejar su cargo de gobernador y licenciar al ejército, con lo que perdería su imperium. Así, Pompeyo y sus aliados tramaron un plan para llevar a César a juicio, acusándolo de corrupción y conspiración para acabar con su carrera política. Éste, para hacerles frente, declaró su intención de conservar el mando de las Galias y presentarse a las elecciones para cónsul del año 48. Marco Marcelo, uno de los cónsules en ejercicio, propuso que César debía abandonar su cargo y licenciar a sus tropas. El historiador Apiano cuenta que, al conocer César la postura de Marcelo, acarició su espada y dijo:”ésta me lo dará”. A la vez, sobornó a los tribunos de la plebe que interpusieron un veto para atajar la táctica del cónsul.
César, viendo el ambiente tan hostil, decidió no licenciar a su ejército y trasladar parte de sus tropas de la Galia al norte de Italia. Por otro lado recurrió a una de sus armas favoritas, el soborno, consiguiendo comprar por nueve millones de denarios al cónsul Lucio Emilio Paulo, que se comprometió a no tomar ninguna iniciativa contra él durante su mandato; con el otro cónsul fracasó, porque era primo de Marco Marcelo. También compró a Curión, hasta entonces un acérrimo anticesariano, pero que se cambió de bando puesto que tenía innumerables deudas y así las saldaría. Poco después, un hecho cambió la situación en Roma. Los partos amenazaban la frontera romana y se pidió al Senado que enviara dos legiones para defender la provincia de Siria. Pompeyo dijo que él enviaría una si César enviaba otra,y éste sorprendentemente aceptó. La situación en Oriente se calmó finalmente, y las dos legiones permanecieron en Italia, y Pompeyo se hizo con el control de ambas, con lo que César tuvo que reclutar nuevas tropas. Cuando sus enemigos intentaron de nuevo hundirle, el recién comprado Curión intervino con una propuesta que sorprendió a todos: César dejaría su gobierno y sus tropas si Pompeyo hacía lo mismo. Estaba claro,o los dos dejaban sus cargos y sus ejércitos, o la guerra era inevitable. En otoño, el clima de Roma se vio alterado cuando circuló un rumor falso de que César había partido de la Galia con cuatro legiones. Pompeyo estaba convencido que sus fuerzas eran superiores, y cuando se le decía -escribe Plutarco- que si César se dirigiese a Roma no veían con qué tropas podría resistirle, Pompeyo respondía sonriendo: “En cualquier parte de Italia que yo golpee el suelo con el pie, saldrán legiones”.
La mayoría de senadores, temerosos, estaban dispuestos a hacer las concesiones que César quisiera con tal de evitar la guerra. En diciembre, Curión logró que se votara la propuesta de que ambos dejaran el poder militar a la vez, 370 senadores votaron a favor, y sólo 22 en contra. Pero Cayo Marcelo, acompañado por el segundo cónsul y sus sucesores para el año 49, buscó a Pompeyo en el Foro y le arrojó una espada, para que tomara el mando de todas las tropas de Italia, para salvar la República. Estas fueron sus palabras: “te ordenamos yo y mi colega que marches contra César en defensa de la patria. Para esta misión te damos el ejército que se encuentra ahora en Capua, o en cualquier otro punto de Italia, y cuantas tropas adicionales quieras reclutar tú mismo”. A pesar de que era un acto ilegal, Pompeyo aceptó el encargo.
El 1 de enero del año 49, desde Rávena, César envió al Senado una carta que sería su última palabra. En ella volvía a ofrecer su renuncia al mando simultáneamente con la de Pompeyo, pero el Senado interpretó la propuesta como un gesto de arrogancia, se impidió que se votara lo propuesto en la carta, y le declararon enemigo público. Aún así, hasta el último momento, siguieron las negociaciones. César llegó a manifestar que cedería si se le permitía conservar una legión y el mando de la provincia de Iliria, esto se podría haber aceptado, pero fue desestimada por la feroz oposición de Marco Porcio Catón, uno de los más implacables enemigos de César. Por su parte, los tribunos Marco Antonio y Quinto Casio, temiendo por sus vidas, huyeron de Roma disfrazados de esclavos y fueron a reunirse con César.
Durante días, César había estado esperando la respuesta del Senado, “aguardando – dice en su Guerra Civil – que quizá un cierto sentimiento de equidad podría poner las cosas en paz”. Pero en ese momento comprendió que la ruptura era definitiva, y se preparó para el enfrentamiento decisivo. El 10 de enero, cuando tuvo noticia de la decisión del Senado, hizo partir discretamente unas cohortes a la frontera de su provincia; por la noche, él mismo marchó con disimulo de Rávena, hasta alcanzar, al amanecer del día 11, la ribera del Rubicón. Tras vencer sus últimas dudas, cruzó el río. Luego aprovechó la presencia de los ultrajados tribunos para arengar a sus soldados, exhortándoles a defender el honor de su general, bajo el que habían servido durante nueve años, en los que habían ganado numerosas batallas y habían pacificado toda la Galia y Germania. Los soldados de una de sus legiones favoritas, la decimotercera, le aseguraron que vengarían las injurias hechas a él y a los tribunos. César tenía ahora garantía de poseer un ejército fiel que le seguiría hasta la victoria o la muerte, y se atrevió a emprender la invasión de Italia con una sola legión.
Como había dicho, según el poeta Lucano, al pasar el Rubicón:
“Aquí abandono la paz y el derecho ultrajado. A ti te sigo, Fortuna. ¡Lejos los traidores! ¡Pongámonos en manos del destino! Tomemos la guerra como árbitro”.
Gaius Iulius Caesar.